La ilusión

    En esta época navideña se escucha muy habitualmente la palabra ilusión: ilusión por las vacaciones,  por reunirse la familia,  por si toca la Lotería,  por los regalos de Reyes… lo curioso es que el resto del año no se oye tan a menudo este vocablo y acaso hemos perdido incluso el propio concepto que, en una de las acepciones de la RAE lo define como: “esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”.

Esto me hace pensar en lo poco que, en ocasiones, valoramos la cotidianidad, en la escasa o nula fe que depositamos desde el momento de comenzar un nuevo día que puede estar pleno de sucesos interesantes pero que, inmersos en la rutina, apenas valoramos. Algo tan habitual como abrir las ventanas a una nueva jornada, asomarse a la calle, percibir el aroma del día que empieza, observar a los viandantes que ya se han desperezado y acuden  a sus quehaceres… es un placer que pocos tienen en cuenta.

A veces nos ilusionan cosas imposibles y fantaseamos con ideas que están muy por encima de nuestras posibilidades e incluso de la propia realidad: hay quien sueña con retirarse a un lugar solitario cuando vive entregado a un trabajo absorbente; otros añoran ser ricos, habitar un lugar distinto, tener familia, carecer de ella… Solo si miramos dentro de nosotros mismos descubriremos ilusiones sencillas de llevar a cabo: planear las horas, animarse por acontecimientos simples, valorar el día a día, alegrarse por tener salud, convivir con la enfermedad, recrearse con el tiempo libre… ¡tal vez ahí radique la verdadera ilusión!.