FELIZ NAVIDAD
Zamora en Navidad: la ucronía de la ciudad que pudo ser y no fue
Eugenio-Jesús de Ávila
A cierta edad, la Nochebuena y el día de Navidad provocan más cuitas que alegrías. Fiestas para infancia y juventud. Los que todavía tenemos memoria y ausentes entre familia y amigos nos ahogamos en la pena. La memoria y sus hijos, los recuerdos, nos causan enorme daño en los adentros del alma. Hasta aquí las lágrimas convertidas en palabras. Porque hay una Navidad que me emociona. Aquella que llena las principales calles, rúas y avenidas de la ciudad del Romancero, bares, cafeterías y restaurantes. Los zamoranos que un día se fueron a ganarse la ida allende de nuestras fronteras regresan para abrazarse con sus familias, a tomar unos vinos de Toro con sus amigos, a compartir ideas y sentimientos con los hijos de la Zamora que se quedó.
Como sucede en agosto, en las festividades de Navidad, pienso en la Zamora de la ucronía, la ciudad que pudo ser y no fue, porque el poder político nos esquilmó, nos convenció de que éramos una provincia pobre, pueblerina, gárrula y sin futuro. Nunca tuvimos un zamorano que se acordara de su tierra cuando ocupaba altas responsabilidades en el Estado. Se olvidaron de sus raíces. Como buenos felones, sirvieron a sus partidos antes que a su pueblo. Y nosotros, el pueblo llano, pecó de conformismo, se dejó engañar, devorado por su apatía antropológica. Pero Zamora tendrá su infalible mañana y su poeta, como versificara Antonio Machado en su “El mañana efímero”.
Las inversiones que recibirá nuestra provincia en los próximos años antes de llegar al 2030, más la rehabilitación de Monte la Reina, auguran mejores tiempos para Zamora y sus cándidas gentes. Seguirá faltándome la transformación en autovía de la N-112, en el tramo entre la capital y la frontera lusa.
La ciudad del alma, la que nos acusa y nos alienta, la de Claudio Rodriguez, lucirá más bella, más coqueta, siempre que se ejecute un segundo Plan del Casco Antiguo, la renovación del Castillo, el nuevo Museo de Semana Santa y el del Baltasar Lobo, que yo hubiera preferido fuese el proyecto arquitectónico de Moneo, más la restauración global del recinto amurallado.
Para finalizar este artículo de nostalgias y melancolías, pero también de fe y esperanza, escribo que ojalá mis ojos vean, algún día, antes de cruzar el Duero hacia San Atilano, reconstruidas las dos torres del querido Puente de Piedra. Cuando sucedan todos estos acontecimientos, podré afirmar que mereció la pena nacer, vivir y morir en Zamora.
Feliz Navidad a todos mis paisanos, incluso a los que piensan del revés y aquellas personas que decidieron pasar parte de sus vidas entre nosotros.
Eugenio-Jesús de Ávila
A cierta edad, la Nochebuena y el día de Navidad provocan más cuitas que alegrías. Fiestas para infancia y juventud. Los que todavía tenemos memoria y ausentes entre familia y amigos nos ahogamos en la pena. La memoria y sus hijos, los recuerdos, nos causan enorme daño en los adentros del alma. Hasta aquí las lágrimas convertidas en palabras. Porque hay una Navidad que me emociona. Aquella que llena las principales calles, rúas y avenidas de la ciudad del Romancero, bares, cafeterías y restaurantes. Los zamoranos que un día se fueron a ganarse la ida allende de nuestras fronteras regresan para abrazarse con sus familias, a tomar unos vinos de Toro con sus amigos, a compartir ideas y sentimientos con los hijos de la Zamora que se quedó.
Como sucede en agosto, en las festividades de Navidad, pienso en la Zamora de la ucronía, la ciudad que pudo ser y no fue, porque el poder político nos esquilmó, nos convenció de que éramos una provincia pobre, pueblerina, gárrula y sin futuro. Nunca tuvimos un zamorano que se acordara de su tierra cuando ocupaba altas responsabilidades en el Estado. Se olvidaron de sus raíces. Como buenos felones, sirvieron a sus partidos antes que a su pueblo. Y nosotros, el pueblo llano, pecó de conformismo, se dejó engañar, devorado por su apatía antropológica. Pero Zamora tendrá su infalible mañana y su poeta, como versificara Antonio Machado en su “El mañana efímero”.
Las inversiones que recibirá nuestra provincia en los próximos años antes de llegar al 2030, más la rehabilitación de Monte la Reina, auguran mejores tiempos para Zamora y sus cándidas gentes. Seguirá faltándome la transformación en autovía de la N-112, en el tramo entre la capital y la frontera lusa.
La ciudad del alma, la que nos acusa y nos alienta, la de Claudio Rodriguez, lucirá más bella, más coqueta, siempre que se ejecute un segundo Plan del Casco Antiguo, la renovación del Castillo, el nuevo Museo de Semana Santa y el del Baltasar Lobo, que yo hubiera preferido fuese el proyecto arquitectónico de Moneo, más la restauración global del recinto amurallado.
Para finalizar este artículo de nostalgias y melancolías, pero también de fe y esperanza, escribo que ojalá mis ojos vean, algún día, antes de cruzar el Duero hacia San Atilano, reconstruidas las dos torres del querido Puente de Piedra. Cuando sucedan todos estos acontecimientos, podré afirmar que mereció la pena nacer, vivir y morir en Zamora.
Feliz Navidad a todos mis paisanos, incluso a los que piensan del revés y aquellas personas que decidieron pasar parte de sus vidas entre nosotros.

















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122