Viernes, 26 de Diciembre de 2025

Eugenio-Jesús de Ávila
Jueves, 25 de Diciembre de 2025
REFLEXIONES NAVIDEÑAS

Zamora cuando se conjuga en pretérito imperfecto

Eugenio-Jesús de Ávila

 

Día de Navidad de 2025. Mi padre hoy habría cumplido hoy 97 años. Sol helado. Gente feliz. Zamora se desperezaba con ojeras y bocas con media sonrisa. Vinos y cañas. Estómagos del revés. Intestinos impertinentes. Caricias con las pestañas sobre la ciudad del Romancero. Belleza femenina, adornada por abrigos caros y primorosas miradas. Mientras, el Duero sonreía a las nubes que le susurraban palabras de la atmósfera. El río, espejo de agua, reflejaba la hermosura del cielo en una Navidad de escarcha.

 

Si Zamora es algo, además de románico, murallas medievales, modernismo, eclecticismo, envidias y apatía antropológica, también es helada en invierno, nieblas cuando el anticiclón frena a las agresivas borrascas de las Azores, y Duero, su columna vertebral. Sin su caudal, esta ciudad, la Bien Cercada, la del Cerco, tragedia que habría llevado a su teatro londinense el genio de Stratford-upon-Avon, no existiría. Hoy el río de nuestras vidas deseaba que sus hijos, nosotros, los zamoranos y los que viven a sus orillas, bajáramos a visitarlo, porque el también deseaba que le felicitáramos la Navidad con unos versos escritos en el agua. Celebró la Nochebuena con sus amigos los puentes, consolando al del Ferrocarril, que vive en una soledad sin trenes desde que el felipismo cerró la Ruta de la Plata.

 

Tras la sobremesa de la comida familiar de la Navidad, presidida por mi señora madre, próxima a los 95 años, en la soledad de mi casa, mientras escuchaba el Air de Bach, me dio por pensar en cómo hubiera sido este Eugenio-Jesús de Ávila que ahora, en este mismo instante, ha hecho de sus sentimientos palabras, si mi nacencia hubiese acontecido en una familia de escasos posibles, si mi físico careciese de cierto encanto, mi inteligencia, parca; mi cultura, escasa, y mi porte sin elegancia. Y me digo que quizá mi forma de pensar fuese antitética a la que ahora formula preguntas sin respuesta, mi carácter, agrio; mi talento, inexistente, mi capacidad de seducción, ridícula.

 

Porque nacer en Zamora marca un carácter y venir al mundo en una familia de la pequeña burguesía, también. Ahora bien, mi pasión por la belleza, que alcanza la locura, me permite disfrutar de una Navidad distinta, de una ciudad, diferente, y convertir la sintaxis en una manera de amar jugando con sustantivos, adjetivos, verbos, para crear oraciones simples o compuestas, copulativas o predicativas…

 

Solo sé que yo soy ya a mi edad un hombre en subjuntivo, porque confieso dudas y deseos, ruegos y posibilidades. Mientras, mi tierra es pretérito imperfecto. Al final, como versificó Quevedo me quedo con aquello de soy un fue, un será y un es cansado. No obstante, me temo que mi futuro nunca llegará.

 

Fotografía: Esteban Pedrosa (el Duero, sereno, en esta mañana de Navidad de 2025)

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