NOCTURNOS ERÓTICOS
Historia de un amor en el tiempo
Werther del Duero
Me convertí en un libertino por amarte. Condené a mi mente burguesa a pensar como un proletario de la pasión. Apareciste en mi vida entre palabras escritas, mientras buscaba la sintaxis para construir oraciones de amor. Penetré en tu alma para que después me permitieras entrar en tu cuerpo. Te amé cuando era un hombre prohibido. Te amé cuando tú eras fruta del Edén. Fuiste mi amante y, pasados los años, fui tu amante. Ahora ya no somos nada. Casi ni recuerdo.
A veces, incluso creo que soñé esta historia de amor contigo, protagonizada por la mujer con unos de los rostros más delicados y hermosos que contemplaron mis ojos; dotada con unos labios frutales, pendientes del árbol del erotismo, y unos senos, leves, justos, cúpulas florentinas que conducían a la ermita del ombligo antes de encontrarme con la Catedral que cobijaba tu sexo.
Te me apareciste como una virgen, cuando todavía yo mantenía mi alma sin heridas, limpia, pulcra, y mi cuerpo lucía epidermis sin mácula, cabello cual bosque mediterráneo y la mirada profunda y abierta. Y te adoré. Milagro de fe que un ateo racional rezase a una mujer que nunca parió con dolor, ni dio a luz en la sombra. Has sido mi amor en el tiempo, mi ucronía erótica, el amor que pudo haber sido y…fue del revés.
Werther del Duero
Me convertí en un libertino por amarte. Condené a mi mente burguesa a pensar como un proletario de la pasión. Apareciste en mi vida entre palabras escritas, mientras buscaba la sintaxis para construir oraciones de amor. Penetré en tu alma para que después me permitieras entrar en tu cuerpo. Te amé cuando era un hombre prohibido. Te amé cuando tú eras fruta del Edén. Fuiste mi amante y, pasados los años, fui tu amante. Ahora ya no somos nada. Casi ni recuerdo.
A veces, incluso creo que soñé esta historia de amor contigo, protagonizada por la mujer con unos de los rostros más delicados y hermosos que contemplaron mis ojos; dotada con unos labios frutales, pendientes del árbol del erotismo, y unos senos, leves, justos, cúpulas florentinas que conducían a la ermita del ombligo antes de encontrarme con la Catedral que cobijaba tu sexo.
Te me apareciste como una virgen, cuando todavía yo mantenía mi alma sin heridas, limpia, pulcra, y mi cuerpo lucía epidermis sin mácula, cabello cual bosque mediterráneo y la mirada profunda y abierta. Y te adoré. Milagro de fe que un ateo racional rezase a una mujer que nunca parió con dolor, ni dio a luz en la sombra. Has sido mi amor en el tiempo, mi ucronía erótica, el amor que pudo haber sido y…fue del revés.



















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